Las psicólogas y los psicólogos hablamos mucho sobre las distorsiones cognitivas y cómo afectan a nuestra forma de ver e interpretar la realidad pero, ¿sabéis exactamente de qué se tratan?
Las distorsiones cognitivas, también conocidas como ideas o pensamientos irracionales o disfuncionales, son esquemas mentales o pensamientos determinados que provocan que se interprete la realidad de forma errónea; además, esa interpretación suele provocar sensaciones de angustia, frustración, desesperación así como emociones intensas con carga afectiva negativa.
Las distorsiones cognitivas no constituyen un cuadro patológico en sí. De hecho, todos hemos experimentado y caído alguna vez en alguna distorsión cognitiva. La clave está en saber identificarlas para que no se conviertan en un hábito de pensamiento y que no generen un malestar psicológico tal que puedan ser causa o consecuencia de trastornos de ansiedad o emocionales.
Características de las distorsiones cognitivas:
Algunas de las características más frecuentes de las distorsiones cognitivas son las siguientes:
Son aprendidas: “En mi casa me enseñaron que llorar es de débiles”.
Se tratan de pensamientos específicos aunque puedan referirse a asuntos generales: “Mi vida es una mierda”.
Se les otorga veracidad absoluta: “Sé que voy a suspender”.
Suelen ser catastrofistas: “Nunca llegaré a ser feliz”.
Aparecen de forma automática e intrusiva: “De repente me veo pensando en lo mal que me va en el trabajo”.
Suelen estar compuestas de “deberías”: “Debería llegar siempre diez minutos antes”.
¿Cuáles son las distorsiones cognitivas más frecuentes?
1. Etiquetación: consiste en utilizar etiquetas y categorías para definirse a uno mismo, etiquetas que suelen ser negativas y que exageran puntos débiles de la persona. Por ejemplo: “Soy un inútil”, “Soy mala persona”.
2. Adivinación: consiste en anticipar y hacer predicciones sobre lo que puede ocurrir y además convencerse de que es así como va a ocurrir sin lugar a dudas. Por ejemplo: “No voy a pasar la entrevista”, “Me voy a quedar en blanco durante la prueba”.
3. Lectura del pensamiento: consiste en asegurar y darle credibilidad a lo que uno mismo considera que está pensando la otra persona, sin tener información ni pruebas que lo corroboren ni tampoco motivación por confirmarla. Por ejemplo: “Sé que lo dices para hacerme daño”, “Seguro que lo has hecho para fastidiarme”.
4. Magnificación: consiste en exagerar tanto las experiencias negativas, como los puntos débiles y errores propios y de los demás. “Es demasiado para mí, no puedo soportarlo”, “No creo que pueda vivir con esta terrible angustia”.
5. Minimización: consiste en quitarle valor a los puntos fuertes y éxitos de uno mismo así como a los errores y puntos débiles. Por ejemplo: “Lo que he conseguido no es para tanto”, “Como hijo lo hago todo mal”.
6. Personalización: consiste en asumir la responsabilidad de los hechos negativos aún cuando no existe nada que lleve a hacerlo. Por ejemplo: “Por mi culpa el viaje ha sido un desastre”, “Yo tengo la culpa de que la relación no funcione”.
7. Razonamiento emocional: consiste en usar emociones para definir situaciones o creencias, es decir, que las emociones reflejan cómo son las cosas. Por ejemplo: “Me siento torpe, por lo que soy torpe”, “Me siento incapaz de afrontarlo, por lo que soy incapaz de afrontarlo.
8. Pensamiento polarizado: consiste en evaluar las características personales y experiencias en base a extremos (todo o nada, siempre o nunca, bien o mal, blanco o negro, correcto o incorrecto) sin tener en cuenta los aspectos intermedios. Por ejemplo: “Si no hago el pastel perfecto será un desastre”, “Si no consigo ahorrar esa cantidad de dinero en dos meses no lo conseguiré nunca”.
9. Sobregeneralización: consiste en asumir que si algo negativo ha ocurrido una vez, volverá a ocurrir en otras ocasiones. Por ejemplo: “Si no me despidieron del otro trabajo también me despedirán de este”, “Si mi ex me dejó, mi actual pareja también me dejará y nadie me querrá”.
10. Afirmaciones basadas en “debería” y “tengo que”: consiste en utilizar afirmaciones sobre creencias rígidas e inflexibles sobre cómo debería ser y actuar uno mismo y los demás. Por ejemplo: “Tengo que caer bien a todo el mundo”, “Debería apuntarme al gimnasio”.
¿Te has identificado con alguna de estas ideas irracionales? Si se convierten en hábito de pensamiento o están muy arraigadas en tus esquemas mentales pueden estar haciéndote sufrir más de lo que imaginas. Si necesitas ayuda para que dejen de condicionar y perjudicar tu vida, no dudes más en pedir ayuda profesional. Contacta conmigo si lo necesitas.
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