Foto: Sonia García. Psicóloga y Sexóloga
Hoy quiero hacer una reflexión acerca de lo que supone y lo que no supone mi profesión como psicóloga, profesión por la que siento pasión y con la que disfruto enormemente.
La terapia psicológica no es un espectáculo de magia ni en ella se utilizan trucos. La terapia psicológica es un proceso clínico donde se trabaja con técnicas y herramientas terapéuticas consolidadas, contrastadas y con validez empírica para conseguir los objetivos del paciente para mejorar su bienestar psicoemocional y en calidad de vida. Me veo en la obligación de hacer esta puntualización porque, aunque se trata de una escasa minoría, a lo largo de mi práctica clínica me he encontrado con algunas personas que han contactado conmigo con una idea distorsionada de lo que supone acudir al psicólogo para iniciar una terapia psicológica. Independientemente de la problemática o situación que les haya llevado a tomar la decisión de dar el paso de pedir ayuda profesional, el desconocimiento sobre el trabajo del psicólogo puede generar dudas o frustraciones. Y justo a esto me refiero. Personas, aunque insisto en que son una pequeña minoría, que han acudido en busca de ayuda terapéutica con la idea de que en una primera y única consulta de entre 50 y 60 minutos el psicólogo o la psicóloga les va a resolver su problema y van a salir del despacho como nuevos. No. No existen las recetas milagrosas que resuelvan problemas. Es más, los psicólogos no resolvemos problemas, sino que acompañamos y guiamos a la persona en su proceso de cambio ofreciéndole las herramientas más acertadas para que por sí misma pueda resolver dicha situación conflictiva o malestar. Además, la terapia requiere de una continuidad y un compromiso que rara vez ocupa una única primera sesión. ¿Qué significa esto? Que la única "receta" válida en terapia psicológica es la motivación y ganas de trabajar en el proceso de cambio, todo esto en un buen clima terapéutico basado en el respeto, la aceptación, el apoyo y la imparcialidad. Aquí no existen los milagros. Si la persona no participa activamente en su tratamiento psicológico, si no hace sus tareas o deberes terapéuticos, difícilmente van a producirse mejorías y, de hacerlo, probablemente sería a un ritmo muy lento. Hablando de ritmos. El número de sesiones. No hacemos magia, no, y tampoco leemos el futuro. No podemos saber qué número exacto de sesiones necesita una persona para conseguir sus objetivos terapéuticos, y si algún terapeuta lo hace, ojo. En general la tolerancia a la incertidumbre suele ser baja, y una de las preguntas más escuchadas es justo la de "¿y ésto cuanto tiempo tarda?", como si de un antibiótico se tratara. No hay tiempos exactos, la duración de una terapia depende de tantos factores que ésta puede componerse de dos sesiones como de más de un año. No tenemos una bola mágica de cristal que nos dé esta información. Otra idea distorsionada sobre el trabajo del psicólogo es creer que puede realizarse una terapia psicológica a través de mensajes por redes sociales. Varias puntualizaciones en este asunto.
En primer lugar, el trabajo del psicólogo clínico exige cumplir una serie de normas en el ejercicio de su profesión en cuanto al Código Deontológico se refiere así como en cuanto a la protección de datos personales y de carácter confidencial. Evidentemente, un mensaje a través de Facebook o Instagram incumple esta serie de requisitos fundamentales, por lo que legalmente no se puede realizar ningún ejercicio terapéutico por estas vías.
En segundo lugar, cada persona ejerce su profesión por una remuneración económica y, pretender que un psicólogo te atienda gratuitamente y además a través de redes sociales, es desvalorizar nuestro trabajo y restarle credibilidad.
En tercer lugar, a lo sumo, a través de estas vías podrían resolverse algunas dudas impersonales y específicas en las que no se vean vulnerados los derechos de ninguna de las partes, pero el hecho de que exista esta opción no significa que sea una obligación para el profesional responder ni mucho menos hacerlo de forma inmediata. Respetemos siempre.
En cuarto y último lugar, si existe alguna duda, pregunta o quiere pedirse información, a día de hoy la mayoría de profesionales de la psicología contamos con unos datos de contacto como son un número de teléfono y un correo electrónico. En este caso, el sentido común debería indicarnos cuál es el medio más adecuado según el día y la hora que sea. Esto significa que llamar un sábado a las once de la noche para pedir cita o información no es lo más adecuado, así como tampoco lo es hacer videollamadas, ni a las once de la noche ni en ningún momento. Respeto.
Respetemos los horarios laborales de cada persona, cada una de nosotras, además de psicólogos y psicólogas, somos personas y tenemos una vida personal. ¿Se os ocurriría llamar por teléfono al dentista del barrio un domingo a las tres de la tarde para preguntarle si tiene cita para mañana? Por favor, a no ser que cuente con servicio de urgencias, espera al lunes y entonces hazlo sin problema. Es más, no esperes al lunes si no quieres, escribe un correo electrónico y se te responderá con la mayor brevedad posible. Ser psicólogo no supone estar disponible las 24 horas del día durante los 7 días de la semana. Aquí me refiero exclusivamente a las personas que quieren realizar un primer contacto, pues con las personas que están en tratamiento psicológico se establecen otra serie de normas que ahora no vienen al caso.
Insisto de que se trata de una minoría, pues afortunadamente la mayoría de personas que han iniciado una terapia psicológica conmigo han mostrado una excelente actitud e implicación en ella, aún así creía oportuno hacer esta reflexión.
En definitiva, para ir terminando, es necesario que seamos conscientes de que ir y hacer terapia supone un compromiso, un compromiso con uno mismo y con el proceso terapéutico que se ha decidido iniciar. Supone además una inversión. Una inversión personal, emocional, temporal y económica. No hay recetas. No hay trucos. No hay milagros. Existe el esfuerzo, el compromiso y la implicación. No somos magos ni magas, somos terapeutas formados y acreditados para el ejercicio profesional de la psicología. Y, como nota final, quería comentar que sólo he querido referirme a mi trabajo como psicóloga general, pues si entrara en el tema de mi trabajo como sexóloga, la reflexión daría para escribir cuatro o cinco publicaciones. No descarto hacerlo, pero abreviado, por supuesto.