¿Os ha ocurrido alguna vez que os sentís tristes, pero no sabéis por qué? En este post vengo a hablaros de los pensamientos y de su influencia en nuestras emociones.
En nuestro día a día estamos expuestos a numerosos y diversos estímulos que percibimos a través de nuestros sentidos. Estos estímulos también pueden ser internos, como un dolor de tripa o de cabeza, en cuyo caso percibimos a través de la propiocepción, que es el sentido que avisa a nuestro organismo de lo que está ocurriendo en nuestro cuerpo.
Una vez recogida esta información, la dotamos de significado. Esto es muy importante porque, en función del significado que dicha información tenga para nosotros, nos sentiremos de una forma u otra y eso nos llevará a actuar de una manera determinada. Por ejemplo, imagina que vas andando por la calle y te cruzas con un amigo que va hablando con un compañero de clase y no te saluda. Ante esta situación, piensas que te ha visto pero no ha querido saludarte porque está enfadado contigo por algo que dijiste la última vez que hablasteis. Entonces, empiezas pensar que siempre estás metiendo la pata y que eres un desastre. En consecuencia, no le saludas y pasas de largo. Te sientes triste, nervioso y culpable. No te puedes quitar la preocupación de tu cabeza, y piensas que la próxima vez que te lo encuentres tratarás de evitar hablar con él. ¿Qué ha ocurrido? La interpretación de la situación ha generado una serie de emociones desagradables que han hecho que te comportes en consonancia con ellas. Ahora imaginemos, que, ante esta misma situación, piensas que no te ha visto porque iba charlando con su compañero y ni se ha dado cuenta de que estaba pasando por tu lado. Entonces vas tú y le saludas. Él te saluda también y te presenta a su amigo. Te proponen que los acompañes y te sientes animado y contento. Como has podido ver, en este otro caso, tu comportamiento es diferente, puesto que, al haber hecho una interpretación distinta, has sentido una serie de emociones agradables que te han hecho reaccionar otra forma.
Sin embargo, es muy posible que estos pensamientos pasen desapercibidos y hagan que nos sintamos mal sin saber por qué. Pero, ¿por qué ocurre esto? Porque aunque estos pensamientos puedan dispararse de forma automática sin que seamos conscientes de ellos, la emoción que los acompaña, al ser generalmente bastante intensa y duradera, hace que no pueda pasar inadvertida y la sintamos rápidamente. En estas situaciones es muy importante pararnos a analizar qué estamos sintiendo, y tratar de desenterrar qué posibles pensamientos han podido desencadenar dichas emociones, porque, tal y como acabamos de ver, no son los acontecimientos o las situaciones los que generan estados emocionales por si mismos, sino la manera en que los interpretamos.
Esther Sánchez
Psicóloga Colaboradora en el
Despacho de Psicología Sonia García
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