
La expresión “zona de confort” realmente suena bien. Parece que traslada una sensación de placer, de comodidad, de estar bien. Pero no. No nos engañemos, la zona de confort no es confortable y en este artículo quiero explicar por qué.
Entendemos como “zona de confort” a un estado psicológico en el que la persona se siente segura, ya que se asocia un pensamiento, situación, lugar o comportamiento a algo conocido y que da la sensación de que es controlable por el hecho de ser conocido y que, por tanto, no se asumen riesgos, no hay incertidumbre. Por todo ello, la persona cuando está en su zona de confort se siente segura, tranquila, sin miedo a la incertidumbre porque sabe manejarse con la situación en cuestión. La persona se siente cómoda, aunque sea sufriendo. Tal vez esto resulte impactante de leer pero probablemente muchas personas se sientan identificadas con que a veces (o muchas veces) podemos estar cómodos en el sufrimiento. Habrá personas que vivan amargadas en una relación de pareja que no les satisface pero no dejan la relación por miedo a una nueva vida sin pareja. Habrá personas que están hartas de su profesión y desearían hacer un cambio pero el miedo a la incertidumbre fuera de su profesión les paralizan y no ejecutan ningún cambio. En consulta cada día conocemos historias de este tipo.
Cuando la zona de confort es sufrimiento conocido:
Las personas se suelen llevar fatal con la incertidumbre. No nos sentimos cómodos en la incertidumbre porque nos genera una sensación de falta de control muy incómoda. Por ello, tendemos a buscar, preferir y elegir lo conocido, aunque esto conlleve sufrimiento. De aquí viene el famoso refrán “más vale malo conocido que bueno por conocer”.
Situaciones en las relaciones interpersonales donde podemos encontrar este “mejor sufrimiento conocido que bienestar por conocer”, que trabajamos con frecuencia en el Centro de Psicología Sonia García son, entre otras:
Sentirse más cómodo en el desprecio que en el elogio:
“¡Qué jersey tan bonito llevas!” - “Ay, qué dices, pero si lo compré en rebajas hace muchos años”.
“Vaya pelos traes, ¿no tienes peine en tu casa?” - “Ay, ¿verdad? Soy un desastre peinándome”.
Dos situaciones diferentes: una de elogio y otra de desprecio. Dos respuestas diferentes: rechazo del elogio y aceptación del desprecio. Esto pasa muy a menudo. Tanto que, en consulta, trabajamos la aceptación del elogio como una señal de refuerzo externo merecido, sin más, a lo que simplemente hay que responder con una sonrisa y un “gracias”.
Cuando la persona está acostumbrada al desprecio, aunque suene duro, se siente cómoda en el desprecio, sabe manejarse con él, sabe dar las respuestas que considera apropiadas. Pero no sucede lo mismo con el elogio, que tiende a rechazarlo porque con lo que está familiarizada es con el polo opuesto, el desprecio. Por ello, tenderá a desacreditar todo elogio, halago o piropo que reciba, rebajándole importancia, restando valor, porque cuando resta valor al elogio está restándose valor a sí misma, está ofreciendo un reflejo del estado de su baja autoestima. El desprecio es la zona de confort.
Elegir parejas que no tienen respeto hacia la pareja: “Siempre acabo eligiendo al mismo tipo de hombre que me trata mal, tengo un patrón”. “Todas mis novias me han puesto los cuernos”. “Todas mis parejas me han maltratado psicológicamente”. Haces un pequeño análisis de tus desengaños amorosos y te das cuenta de que todas esas personas tienen algo en común y ese algo no es demasiado bueno porque sufres y las relaciones se terminan. Parece que puede haber una tendencia a elegir parejas que siguen un mismo perfil y que hay muchas posibilidades de que eso acabe mal.
Por ejemplo, una persona que se vincula siempre con parejas que le son infieles, como ponía en el ejemplo. ¿Es responsabilidad de la persona que le sean infiel? No, pero cuando esta situación se repite es recomendable ver qué hay detrás de que se repita esta situación una y otra vez. Es posible que la única respuesta que se encuentre sea que es fruto de la casualidad, pero si profundizamos se pueden encontrar diferentes características de personalidad, emociones, reacciones y otras cosas que pueden dar explicación a que se elijan siempre personas que no respetan a la pareja. Hay otros ejemplos como que se puede caer en vincularse una y otra vez con personas maltratadoras. En este punto, las conductas de faltas de respeto serían la zona de confort, por ello se tiende una y otra vez al vínculo con personas que faltan el respeto y que, incluso, maltratan.
Elegir pareja o amistades que tienen problemas graves (de salud física y/o mental, familiares, económicos…): Este punto va en línea con el anterior. “Todas mis parejas han consumido drogas”. “Mis novios siempre han tenido problemas económicos y les he tenido que ayudar”. “Con mis amigos me ha tocado casi siempre mediar con su familia porque suelen tener muchos problemas familiares”. Curiosamente hay una tendencia a elegir personas con las que establecer vínculos afectivos, del tipo que sean, con personas que tienen problemas graves, como en los ejemplos mencionados. Si profundizamos en este aspecto, el punto común que solemos encontrar es que son personas que necesitan ayuda (aunque no la pidan), o que la persona considera que necesitan ayuda y ahí esta esa persona para ayudarles o, mejor dicho, para salvarles: “yo te voy a sacar de aquí”. La persona se pone la capa de salvadora de su amiga, su pareja o de la persona en cuestión y precisamente la acción de salvar o, al menos, intentar salvar es su zona de confort.
Aburrirse en relaciones de pareja sanas: Pepita es una mujer de 35 años que viene a consulta porque su relación de pareja no le llena y no sabe si romper con su novio o no. Evaluando en consulta a Pepita, descubrimos que sus anteriores parejas “la traían por la calle de la amargura”. Uno siempre estaba celoso de los likes de Instagram que daba a otras personas y “montaba el pollo”. Otro siempre estaba de fiesta y bebía mucho alcohol, así que cuando él salía ella no dormía nada durante esa noche porque le preocupaba que le pasara algo. El último decía que Pepita no era tan inteligente como él y que no sabía qué había visto en ella pero bueno, que la quería, así que Pepita vivía con miedo a que la dejara. Su pareja actual era un chico deportista, cariñoso, comunicativo, tenía en cuenta las necesidades de Pepita y le demostraba diariamente el amor que sentía hacia ella. Pepita se aburría en esta relación porque era una relación sana y su zona de confort son las relaciones llamadas tóxicas, porque son las que ha conocido hasta el día de hoy. Una relación de pareja sana es una relación respetuosa, estable, segura. Una relación tóxica es todo lo contrario y los picos emocionales tanto para bien como para mal son muy altos, lo cual, además junto con la intermitencia, genera un enganche grande a este tipo de dinámicas tóxicas en las relaciones de pareja.
Vincularse en relaciones sentimentales con personas que no están disponibles. “Me fijo siempre en hombres casados”. “Solo me relaciono con chicas que dicen que no quieren una relación”. Infinitos ejemplos de este estilo. Lo que hay detrás de esto es que la persona se siente más cómoda en el rechazo hacia su persona que en la aceptación. Es decir, si se vinculan con personas casadas, que no quieren una relación de pareja, que solo quieren sexo… se aseguran que no van a sufrir el rechazo de esas personas porque ya les están rechazando de primeras: no voy a estar contigo porque (estoy casado) (no quiero pareja) (solo quiero sexo). Realmente el rechazo ya lo tienen, pero supuestamente “bajo control”, no es una sorpresa. En la gran mayoría de los casos esto no es un comportamiento consciente y viene de la historia de vida donde se ha sufrido uno o más rechazos y/o abandonos importantes como, por ejemplo, el abandono de un progenitor. En este caso, cuando eliges vincularte con una persona no disponible sentimentalmente conectas con la sensación de rechazo, sensación que tu cerebro guardó en el momento en que tu progenitor te abandonó o cuando fuiste consciente de que eso había sucedido. Aquí la zona de confort es el rechazo y el abandono, aunque sea altamente doloroso.
Los mensajes “Sal de tu zona de confort”:
Hay muchos mensajes motivadores que se traducen en “Sal de tu zona de confort”. Estos suelen tener una intención de motivar para que la persona se supere, salga de ahí de donde esté y siga avanzando en la vida (a nivel laboral, académico, personal, o en el ámbito que sea). Realmente, no es tan fácil salir de la zona de confort porque, como veíamos al principio de este artículo, no es fácil decidir voluntariamente rechazar a la sensación de certidumbre y seguridad, por mucho que lo que haya fuera de esa zona confortable sea realmente una superación.
Es más, ¿qué pasa si la persona no quiere salir de esa zona de confort porque está bien? Aquí no estamos hablando de sufrimiento, sino de que la persona esté realmente cómoda, por ejemplo, en ese puesto laboral y no necesite ni desee seguir escalando puestos en la empresa para llegar a dirigir dicha empresa. La persona se siente feliz en ese puesto inferior, por mucho que haya otros por encima y pueda aspirar a ganar más dinero o tener más prestigio profesional. Por ello, es necesario que tengamos prudencia a la hora de expresar este tipo de mensajes de “sal de tu zona de confort” porque podemos presionar a las personas a hacer cosas que no quieren ni necesitan para sentirse plenas, no necesitan superarse más, así están bien, son felices.
¿Y qué sucede con la zona de confort de sufrimiento conocido? Cuando lanzamos el mensaje de salir de ahí, es un mensaje con una intención buena, para cuidar a la persona. Pero ella misma tal vez no sepa cómo hacerlo y puede vivirlo como una presión o, incluso, es posible de que no sea consciente del sufrimiento real que tiene porque lo ha normalizado. Nuestro cerebro humano tiene una capacidad de adaptación inmensa por puro instinto de supervivencia y puede adaptarse perfectamente al sufrimiento, normalizarlo y relativizarlo. Esto lo vemos continuamente, por ejemplo, en situaciones de maltrato (en pareja, laboral, familiar) donde se puede permanecer en dichas relaciones durante años, a pesar del sufrimiento, normalizándolo, pues para la mente lo normal es lo frecuente, por muy doloroso que sea. Lo normal pueden ser los gritos cuando estos se repiten, lo normal pueden ser los desprecios cuando estos son constantes, lo normal pueden ser las amenazas cuando tienen una alta frecuencia.
Si tu zona de confort está cubierta de sufrimiento y sueñas con poder salir de ella algún día y no sabes por dónde empezar, tienes mucho miedo de soltar el control de lo conocido y enfrentarte a la incertidumbre, ponte en contacto con el Centro de Psicología Sonia García , podemos ayudarte. Somos clínica de referencia de forma presencial en Madrid en Carabanchel y también atendemos de forma online.
Artículo escrito por Sonia García Barbera,
Psicóloga, Sexóloga y Terapeuta de parejas.
Directora del Centro de Psicología Sonia García
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