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El Blog de Sonia García

Psicología y Sexología para tod@s

Las leyes emocionales o cómo funcionan las emociones



En mi anterior post hablamos de qué son las emociones y cómo podemos identificarlas, pero ¿sabéis cómo funcionan? Pues bien, para poder responder a esta pregunta vengo a hablaros de las leyes emocionales.


Las leyes que explican el funcionamiento de las emociones son las que se exponen a continuación.

1. Ley de los vasos comunicantes:


Las emociones tienen tres sistemas de respuesta:

- Cognitivo, que hace referencia a nuestros pensamientos e interpretaciones sobre la realidad.

- Fisiológico, que tiene que ver con nuestras reacciones corporales.

- Motor, que está vinculado a nuestra conducta y que puede ser observado por los demás.


Estos tres sistemas están estrechamente relacionados, como si fueran tres vasos comunicantes que tienden al equilibrio, de tal forma, que, si yo reprimo o intento evitar una de estas respuestas, los otros dos sistemas se desbordan. Por ejemplo, imaginemos la situación de que estoy en una reunión de trabajo y que no paro de pensar que no les va a gustar mi proyecto. En consecuencia, empiezo a encontrarme más nerviosa, noto que mi corazón va más rápido, y empiezo a sudar y a tener mucho calor. Además, no puedo parar de mover el pie debajo de la mesa. ¿Por qué me está pasando esto? Podemos preguntarnos. Pues bien, esto ocurre porque al tratar de evitar tener esos pensamientos, estoy reprimiendo uno de los sistemas de respuesta, que en este caso es el cognitivo, lo que hace que, los otros dos, que según este ejemplo son el fisiológico y el motor, comiencen a desbordarse.


2. Ley de las emociones secundarias:


De acuerdo con esta ley existen dos tipos de emociones: las emociones primarias y las secundarias. Las primeras son respuestas simples, fundamentales para el funcionamiento humano y que normalmente están relacionadas con la supervivencia. Llegan con rapidez y se van con prontitud, dado que son una reacción a algo que está ocurriendo en ese momento. Sin embargo, las emociones secundarias se llaman así porque no necesariamente están relacionadas con una respuesta adaptativa, son más duraderas y generalmente surgen a partir de pensamientos automáticos, juicios o suposiciones. Por ejemplo, voy conduciendo por la carretera y de repente el coche de delante da un frenazo. Inmediatamente después siento sorpresa y miedo al darme cuenta de que podía haber tenido un accidente. Esas serían las emociones primarias. Poco después, además, puedo sentir rabia e ira, y, por consiguiente, tocar varias veces el claxon e incluso bajar la ventanilla para decirle cuatro cosas al de delante. Estas serían las emociones secundarias, que han aparecido como consecuencia de la interpretación que he hecho de lo sucedido, y que debido a su alta intensidad y duración, muchas veces enmascaran a las emociones primarias.

3. Ley de la infusión afectiva:


Según esta ley, nuestras emociones influyen directamente en nuestros pensamientos, y esta influencia será mayor cuanto más intenso y duradero sea el tono emocional. Cuando esto ocurre es importante darse cuenta, ya que, de lo contrario, es muy fácil entrar en un círculo vicioso. Por ejemplo, un día me despierto sin ganas de nada y abrumada por todo el trabajo que me queda por hacer y que tengo que entregar en dos días. Entonces, pienso: ``soy un desastre´´ y ``no me salen las cosas porque no sé hacer nada bien´´. En consecuencia, me siento todavía más desmotivada y agobiada, de forma que termino tumbándome en el sofá, dejando el trabajo sin hacer y acumulando todas las tareas para el último día. Eso fortalece mi creencia de que soy un desastre y me lleva a un proceso circular que solo hace que me sienta peor, y que cada vez me resulte más difícil hacer el trabajo para entregarlo a tiempo.

4. Ley de la logística emocional:


De acuerdo con esta ley, las emociones nos dan un mensaje organísmico adaptativo. Las podemos comparar con un mensajero que tiene la orden de entregarnos dos tipos de paquetes, unos de color azul, que simbolizan las emociones agradables como la alegría o la tranquilidad, y otros rojos, que representan las desagradables, como el enfado o la frustración. Como estas últimas hacen que nos sintamos mal, decidimos abrir al mensajero solamente cuando trae paquetes azules. Pero como este tiene la orden de hacernos llegar todos y cada uno de los paquetes, empieza a llamar a la puerta más fuerte y con más intensidad. Al ver que seguimos sin abrirle, el mensajero va teniendo reacciones cada vez más intensas, y que no pararán hasta que pueda entregárnoslos. De acuerdo con este ejemplo, las emociones, ya sean agradables o desagradables, tienen una función, y por ello no podemos desoírlas, ya que la gran mayoría de las veces son un reflejo de necesidades básicas que no están siendo cubiertas adecuadamente. Cuando las ignoramos o las evitamos se vuelven más frecuentes, intensas y duraderas. En cambio, cuando nos permitimos sentirlas y las aceptamos tal como son, se vuelven más suaves, y su intensidad y duración disminuye, haciendo que sean más fáciles de manejar.

5. Ley de la falibilidad emocional:


En la ley de anterior apuntaba que la gran mayoría de las veces las emociones tienen una función porque son un reflejo de alguna necesidad básica que no está siendo cubierta. Pues bien, hay otras veces en las que esto no es así, y lo que nos están comunicando son falsas alarmas. Esto ocurre porque, del mismo modo que el pensamiento no siempre es lógico y a veces tenemos ideas o creencias irracionales, las emociones no siempre son inteligentes. Por ejemplo, que yo tenga una emoción de culpa no significa que sea culpable. Las emociones son mensajes que aparecen ``por si acaso´´, y que actúan como avisos de algunas necesidades que pueden no estar siendo cubiertas, pero en ningún caso constituyen afirmaciones de que esto sea así. Si lo que me indica la emoción es verdadero, está cumpliendo su función, y nos produce un aprendizaje sobre esa situación y lo que deberíamos cambiar en el futuro. En cambio, si lo que nos está comunicando es una falsa alarma, en realidad de lo que nos está avisando es de algo que no tiene por qué preocuparnos. Tanto en un caso como en otro es importante aceptar la emoción tal como es, ya que eso nos permitirá manejarla con mayor facilidad.

6. Ley de la amnistía emocional:


De acuerdo con esta ley, las emociones no están sometidas a juicio ético. Lo sometido a juicio es la conducta que yo lleve a cabo, no mis emociones o pensamientos. Por ejemplo, yo no puedo juzgarte por sentir ira hacia alguna persona, solo puedo hacerlo si la agredes verbal o físicamente. Eso es debido a que las emociones no son controlables, dado que son reacciones automáticas del organismo que pueden ser reguladas, pero no anuladas.

7. Ley de la universalidad emocional:


Todos sentimos las mismas emociones, y todos sentimos todas las emociones. Las personas que aparentemente parecen más estables emocionalmente que otras, también experimentan emociones desagradables. La diferencia radica en su capacidad para gestionarlas correctamente y con rapidez, permitiendo que sean suaves y cortas, y, por tanto, mucho más fáciles de manejar.

En definitiva, comprender el funcionamiento de nuestras emociones puede ayudarnos a manejarlas con mayor facilidad en nuestra vida. Por esta razón, conocer las leyes emocionales puede resultarnos de gran utilidad. Espero que este post os haya ayudado saber un poco más sobre ellas y sobre qué cosas podemos aplicar en nuestro día a día para lograr una mejor regulación emocional. Si con esta lectura has detectado que tienes dificultades con la gestión emocional puedes pedir tu primera cita con nuestro despacho online aquí.




Esther Sánchez

Psicóloga General Sanitaria

Colaboradora en Despacho de Psicología Sonia García

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