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El Blog de Sonia García

Psicología y Sexología para tod@s

¿Cómo se desarrolla una crisis de pánico?



Para explicar mejor lo que ocurre durante una crisis o ataque de pánico, veamos un ejemplo.

Imaginemos que estamos en el metro de camino al trabajo y empezamos a notar unas fuertes palpitaciones. De forma automática, toda mi atención se concentra en esas sensaciones que no estoy acostumbrado/a a percibir y tengo miedo de que me pueda pasar algo horrible como un infarto. Este pensamiento me asusta aún más y a los pocos segundos noto cómo las palpitaciones empiezan a volverse más fuertes y vienen acompañadas, además, de otros síntomas como taquicardia o sensación de presión en el pecho y dificultades para respirar. El aumento de mi malestar lo interpreto como "prueba" de que mi estado no es normal y de que algo malo me está pasando, lo que aumenta aún más mi miedo y las sensaciones internas derivadas de él. De esta manera, sin darme cuenta, he entrado en la espiral o círculo vicioso que desencadena el pánico.


Pero, ¿qué ha pasado?, ¿cómo se ha puesto en marcha este círculo vicioso? Pues bien, lo que sucede en el pánico es que nuestro cerebro percibe sensaciones internas inofensivas y típicas de la ansiedad, como pueden ser las palpitaciones o la taquicardia, pero también otras como escalofríos, temblores, sensación de falta de aliento, náuseas, mareo… como estímulos peligrosos. En otras palabras, realiza una interpretación catastrofista de esas sensaciones y piensa que puede pasarnos algo horrible, como ocurría en el ejemplo en el que temíamos estar sufriendo un ataque al corazón. En consecuencia, se activa nuestro sistema de alarma que incluye el aumento de las sensaciones iniciales (las palpitaciones) y la aparición de otras (como la taquicardia o la sensación de presión en el pecho), lo que a su vez se interpreta como una confirmación de que nos está ocurriendo algo malo y estamos en peligro. Podemos decir, por tanto, que las crisis de pánico tienen una lógica interna, ya que son una reacción normal del organismo cuando creemos que estamos ante un peligro grave e inminente.


Después de experimentar una crisis de pánico parecida a la del ejemplo, algunas personas desarrollan un miedo a padecer futuras crisis similares, lo que hace que estén más atentos/as de lo normal a captar cualquier sensación interna parecida a las que han experimentado en anteriores ataques de pánico. Esa focalización de la atención en sus sensaciones internas aumenta la probabilidad de que las capten, igual que es más fácil que percibas los latidos de tu corazón o cualquier otra sensación interna si centras tu atención en ellas. De hecho, puedes hacer este experimento mientras lees este artículo: para que compruebes el efecto de la autoobservación, prueba a centrar tu atención durante unos minutos en percibir los latidos de tu corazón o tu pulso, y podrás comprobar cómo, al prestar atención a tus sensaciones internas, empezarás a percibirlas más, lo que demuestra que la autoobservación amplifica la percepción de las sensaciones. Además, la atención a las sensaciones facilita que se produzcan nuevas crisis. Esto es debido a que después de experimentar una o varias crisis de pánico, en tu mente ha quedado grabada una asociación entre esas sensaciones y la evaluación catastrofista de las mismas. De esta forma, cada vez que notas las sensaciones temidas con cierta intensidad, crees que estás ante un "peligro inminente" y tu creencia de que estás en peligro hace que se ponga en marcha tu sistema de alarma. Así, tu cuerpo y tu mente reaccionan como si estuvieses ante un peligro real.


Ahora que tenemos claro por qué se originan estas crisis, cabe preguntarse qué puede mantenerlas en el tiempo. Y es que, si crees que las sensaciones que experimentas en las crisis son peligrosas, estas creencias acabarán dirigiendo tu comportamiento. En otras palabras, intentarás evitar esas sensaciones por cualquier medio y huir o escapar de ellas cuando aparezcan, por ejemplo, acudiendo a urgencias, tomando medicación, yéndote a casa… De esta manera, creerás, que de no ser por esos cuidados, te habría ocurrido el desastre temido. Esto aumenta la probabilidad de que en el futuro, ante situaciones parecidas, repitas el mismo comportamiento. Sin embargo, como en realidad no existe ningún peligro, todas esas conductas dirigidas a evitarlo, solo tendrán como resultado salvaguardar tus falsas interpretaciones catastrofistas, que son la raíz de todo el problema, porque las conductas dirigidas a evitar el supuesto peligro no te permiten comprobar que las sensaciones temidas no pueden producirte ningún daño, y así es como te mantienes en el círculo vicioso del pánico.


Además, en la medida en que creas que las sensaciones temidas son peligrosas, puedes empezar a evitar actividades y situaciones en que piensas que puedes experimentarlas (como hacer ejercicio, viajar, ir a un centro comercial…). Estas conductas dirigidas a evitar las sensaciones disminuyen los niveles de ansiedad a corto plazo, por eso tendemos a repetirlas, pero a medio y largo plazo fortalecen las creencias catastrofistas, lo que nos impide darnos cuenta de que las consecuencias temidas no son reales, y nos puede hacer creer, falsamente, que las consecuencias catastróficas temidas no se han producido gracias a que hemos llevado a cabo esas conductas, fortaleciendo el problema y perpetuándolo en el tiempo.


Espero que este post os haya parecido interesante y ayudado a comprender mejor qué es el pánico y cómo funciona, y si después de leer este artículo has identificado alguno de estos síntomas, siempre que lo necesites puedes consultar con un profesional pidiendo tu primera cita con nuestro despacho aquí.



Esther Sánchez

Psicóloga Sanitaria colaboradora en

el Despacho de Psicología Sonia García

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