Desde hace unas semanas, encontramos con mucha frecuencia en la consulta la situación que pone título a este artículo. Quizá te suena raro, pero no lo es tanto.
Distintas personas, diferentes situaciones, pero frases muy similares. “Tengo un trabajo estable, una pareja que me quiere, salud… ¿por qué estoy tan triste?”, “¿Qué me pasa, si lo tengo todo?”.
Ese “lo tengo todo” cada vez es más alarmante porque, ¿qué es todo? Esta pregunta puede ser muy difícil de responder porque, por ejemplo, ese todo podría ser lo que la sociedad nos ha dicho que tenemos que conseguir, lo que esperan de nosotras o lo que desean para nosotros quienes dicen conocer los que nos conviene más, entre otras muchas interpretaciones. A la afirmación "lo tengo todo", además, se le suele añadir otra frase bastante dura: “no me puedo quejar”. Es más, se llega a autoinvalidar el propio sufrimiento con mensajes del tipo “hay gente peor que yo, no sé qué hago aquí (en la consulta de psicología)”.
Esto tiene una gran parte cultural y social. Pues parece que si llegamos a una determinada edad, impuesta también por la sociedad, con un empleo digno, estabilidad económica, una familia, un coche… hemos “tocado techo” y ya no nos podemos quejar. Porque, en ese juego de compararnos en el que hemos entrado, ni los logros valen tanto, ni los problemas son tan importantes. Hemos perdido el derecho a sentirnos tristes, cansadas, enfadadas…nada que no refleje la satisfacción que se supone que implica esa vida conseguida. Porque parece que quejarse da la sensación de ser una persona desagradecida con la vida.
A ti, que estás leyendo esto y que quizá también se te ha pasado por la cabeza, te diré que tu sufrimiento y tu malestar, es válido. Aunque te cueste creértelo, has de saber que tu experiencia es válida y tus emociones también lo son.
Que haya personas con situaciones más duras o de mayor vulnerabilidad, no quita valor al dolor individual que todos podemos tener en algún momento. Y ahí está la clave, en ser capaces de empatizar con el de enfrente, pero no hacernos de menos, no infralavorar nuestra situación y nuestro estado emocional. ¿Por qué no vamos a poder sentirnos tristes? Al final, cada uno, luchamos batallas diferentes. No partimos de los mismos puntos, ni tenemos el mismo objetivo, entonces ¿por qué parece que se impone un modelo de “vida ideal” concreto, inflexible e inamovible?
Quizá te has planteado alguna vez que te sigue faltando algo pese a tenerlo ya “todo”. Si es así, te invito a hacerte estas tres preguntas:
¿Cuáles son mis sueños?
¿Cuáles son mis valores?
¿Cuáles son mis metas?
Es posible que hayas conseguido todo aquello que los demás consideran importante, pero a ti te hace falta más. O tal vez no has conseguido eso que te dicen que hay que conseguir, pero es que tampoco te apetece conseguirlo. O que eso que se supone que hay que conseguir va en contra de tus valores y principios. Las posibilidades son numerosas.
Si sientes que estás en una de estas situaciones, te diré que aquí estamos en el Centro de Psicología, apoyando en su proceso a personas que, como tú, se sienten insatisfechas al sentir que lo tienen todo pero aún así no son felices. También trabajamos en enseñar a disfrutar de todas esas cosas que ya se han conseguido. Esto es porque a veces tampoco nos permitimos celebrar los logros por la educación recibida de forma directa o indirecta.
Y eso es lo que vamos a hacer si te encuentras en una situación similar y pides una primera cita, entender por qué estás aquí, acompañarte en tu experiencia que es tuya, independientemente de que haya otras personas viviendo otras vidas con sus propias circunstancias. Si te encuentras cansada/o, insatisfecho o con ese gusanillo de querer “más”, estaremos encantadas de atenderte, de buscar ese sueño más allá de lo socialmente normativo y de celebrar contigo los logros ya conseguidos, también.
Belén N.G.
Psicóloga General Sanitaria colaboradora en
el Centro de Psicología Sonia García
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